El gran provocador

El gran provocador

Tiempos de Hoy. Diciembre de 1998.
(Sin información del autor)

 

Volver, pero con la frente henchida. Con el orgullo de haber ingresado a la historia de la pintura argentina como uno de los pioneros del arte conceptual. Como el hijo pródigo que, de puro provocador, decidió cambiar la historia… y regresar triunfante.

 

Oscar Bony, posadeño. Alumno de Areco y becario de la Asociación Amigos del Arte, volvió.

Cuarenta años después. Desafiando recuerdos de una familia que ya no tiene y movilizando imágenes de su infancia misionera.

Brindó una charla en la Fundación para la Amistad Americana, mostró su obra, habló con artistas, criticó a las autoridades culturales, sacó fotos al terreno baldío lindante con su vieja casa —que ya no existe – y dejó su rastro. Provocó.

Charlar con él es entrar a una dimensión en la que todo se discute: desde la vigencia de la unicidad de la perspectiva renacentista —con un sólo punto en el cual confluyen las líneas de fuga – hasta la linealidad del tiempo que, para él, es esférico.

Desafiante y convencido de que el artista es la oreja que escucha y la mano que interpreta su momento histórico, fue uno de los activos protagonistas del mítico Instituto Di Tella.

Luego recorrió el mundo. Vivió 14 años en Italia y, tras cuarenta de haber salido “huyendo” de Posadas, admite finalmente que gran parte de su obra tiene que ver con “la luz alucinatoria de Misiones”…

 

¿Cómo vivís este regreso?

 

Es muy movilizador porque, créase o no, han pasado cuarenta años, y uno no es tan viejo. En realidad, el proceso que comienza en Posadas es una continua huida. Sali huyendo y seguí huyendo.

Recién en los últimos años me di cuenta que había realizado el sueño de conocer el mundo. De viajar. Cosa que he hecho hasta el hartazgo.

Hace poco tuve necesidad de quedarme en un lugar. Tengo un estudio grande en Buenos Aires y creo que me voy a quedar allí para siempre. Ya no tengo ganas de hacer las valijas y perder bibliotecas, que es lo que pasa cuando se migra.

Y yo migré dos veces. Primero de Posadas y luego de Buenos Aires

 

¿Te sentís reconocido en tu tierra?

 

Me parece que sí. Tengo esa sensación y me hace mucho bien. También, creo que a la gente le gusta que alguien que sale de acá y recorre un cierto camino, vuelva. Hay un encuentro de ambas partes…

 

Una necesidad mutua…

 

Si. Porque como dije en mi charla, Posadas no alienta a sus artistas. No tienen apoyo. Están viviendo como en una isla. Tienen muchas dificultades para salir y ver. Yo les aconsejaría que hagan unos viajes larguísimos, porque eso es lo que te abre la cabeza.

 

En tu charla dijiste que desde que saliste de Posadas trataste de destruir la base del aprendizaje que habías tenido ¿Por qué? 

 

Estoy convencido de que en el arte la idea de unicidad (el punto de vista en el cual confluyen todas las líneas de la perspectiva —descubierto en el renacimiento-) se ha modificado.

Creo que ésta es una época sumamente caótica —como seguramente fue el renacimiento- y se incorpora el concepto de la discontinuidad, al que más bien hago un acto de fe, de creencia.

Esto viene del conocimiento de cómo se mueven algunas partículas en la cámara de presión. Aparecen en una dirección y luego en otra. Son fenómenos de tipo físico que prologan una idea en la cual la materia no es lo que conocemos.

Es una nueva forma de conocer la materia.

La idea de la discontinuidad corresponde a una cultura que se disgrega, que se parte, que se fragmenta. Y rompe con la idea de la unicidad.

Y esto tiene mucho que ver con la influencia de la televisión.

Por ejemplo, a diferencia de un hombre del renacimiento, cuyo contexto presentaba una estrecha unidad, el nuestro tiene un quiebre continuo al cual nos acostumbramos sin saberlo… Que es lo que sucede cuando haces zaping. 

Cambias de canal a canal y es un bombardeo continuo en el cual el yo se retrae hacia atrás y se conecta después con lo que quiere. Pero sabe que hay un canal antes y otro después.

A mí, por ejemplo, no hay una música que me llene como para que escuche solamente eso. Entonces, cuando trabajo mis obras no creo que sea un estilo el que me represente porque yo, a mi vez, represento a mi tiempo. Y si quiero hacerlo tengo que trabajar las formas de ese tiempo.

 

¿De ahí la variedad de técnicas?

 

Soy un artista conceptual. Que encara todo el fenómeno de la creación. Entonces no me puedo comprometer con un sólo modo, porque eso es parcial.

No es que la pintura se haya muerto, sino que expresa un lenguaje cerrado. Tampoco creo que haya una técnica mejor que otra. Cualquier cosa sirve.

Por otra parte nunca dejé de pintar. Pinto por una cuestión de entrenamiento y porque me gusta. En este momento, por ejemplo, estoy pensando una idea referida a la identidad de la mujer en momentos de cambio -como este- y lo voy a hacer con videos.

Y después veré que hago… Seguiré con los suicidios -no creo que esa idea esté agotada-. O puedo hacer una exposición de pintura, por ejemplo.

 

¿Por qué esa necesidad de anular el objeto?

 

Tiene que ver con la tendencia de que nuestra vida se mentaliza cada vez más y la sensibilidad frente al lenguaje de la pintura se aleja.

La imagen se está convirtiendo en algo virtual. Son tendencias que van modificando la mente y hay una necesidad de reflejar eso en el arte.

Ei arte conceptual es inevitable como forma, porque nuestra cultura hace muchos más cambios de los que nos damos cuenta.

 

¿Y cómo fue que esa idea surgió en los ’60?

 

Hay dos elementos. Uno es el de una personal tendencia a la alucinación, que viene de Misiones. Creo que la luz de Misiones es alucinatoria. Tengo facilidad para entrar en el delirio y es la zona donde creo que pergueñé el arte conceptual.

Hoy existe a nivel mundial un interés profundo sobre el arte conceptual. Justamente en el ’99 comienza en el Queens Museum de New York una muestra retrospectiva que va a recorrer varias ciudades de Estados Unidos y a la que está invitada La familia obrera.

Para mi esa es una obra sumamente importante, porque es donde logré mi máxima expresión de destrucción del objeto.

Y eso se está interpretando recién ahora… Cuando la obra es buena, la respuesta llega 50 o 100 años después, pero es reconocida.

Por eso no hay que preocuparse por la respuesta del público. El artista tiene que estar preparado a esperar muchísimo tiempo para que su obra sea reconocida…

 El otro elemento que da origen al arte conceptual es la necesidad de abstracción de la cultura y de vida espiritual. Y eso va a ser algo sumamente fuerte en los próximos 20 años.

Va a haber una aguda necesidad, no de volver a la religión exactamente, pero sí de tener una vida más espiritual.

 

De hecho en Londres algunos grupos de teatro de vanguardia están estrenando obras clásicas de fuerte contenido romántico porque consideran que la pasión, en la era del sexo cybernético y la clonación, es un acto de rebeldía…

 

Sí. Es así.

Fijate que en la Argentina, que es un país sumamente permeable a las culturas europeas, el exotismo tiene lugar. Hay gente que se interesa por el budismo o el zen y eso es indicativo de que no se vive bien. No están contentos. Se ha separado muchísimo esa porción que antes llenaba la familia, ir a la iglesia, la oración. La oración es muy importante en la vida de la gente.

Y en la vida que se hace en Argentina, es muy escasa…

 

¿Siempre buscas desestructurar?

 

Lo decorativo no me interesa. Yo soy un provocador.

No hago cosas fáciles. Siempre son complicadas u ofensivas. Son duras, pero son piezas de arte. No son decorativas.

 

¿Y el arte es provocación?

 

El arte tiene que ver con el diálogo con el otro. Y en consecuencia tiene que reflejar los problemas de la gente y la sociedad.

Tiene que estar vinculado con la política. Con el momento, con la sociedad. Con la filosofía, con la religión. Si no, es como una planta que no tiene raíces, en seguida sale.

Pasan los años y la escoba del tiempo las barre… nadie las recuerda.

Y yo estoy muy interesado en que se acuerden de mi…

 

A pesar de los suicidios…

 

Es que Los suicidios es la obra de un neto artista sudamericano de los ’90. No puede ser eliminado de la historia del arte porque es un producto de este momento histórico.

No hay ningún elemento que sobre en esas obras.

El vidrio roto es simbólico, las armas de fuego son simbólicas y el significado se comunica rápidamente, de forma clara y precisa. Comunica lo que yo quiero que comunique. No puede ser olvidada.

 

En tus trabajos hay mucho desarraigo…

 

Sin ninguna duda. Soy consciente de eso. Sobre todo en La arqueología del Yo. Que la armé con la memoria.

Es que antes de eso pasaba por una crisis por la cual, otra vez destruí todo el conocimiento y empecé de cero.

El desarraigo no me parece negativo en cuanto que lo objetivé con elementos del arte…

 

No es que sea negativo… es muy duro…

 

Sí. Pero no en el momento en que hice la obra.

El momento más duro fue en el año ’58 cuando mi mamá y mi papá me acompañaron a la estación de Posadas a un tren que salía a las 7 u 8 de la noche… y se atrasó. Entonces la despedida fue larguísima.

Yo tenía 17 años y me iba a empezar una vida completamente solo. Ése fue el momento más duro. Lo demás son versiones de eso.

Cuando viví en Italia como mecanismo de defensa, dejé de hablar en español. Nunca extrañé el mate ni el dulce de leche. Me adapté. Me endurecí y logré hacerlo.

 

Pensamiento Vivo

 

Recuerda haberse se dedicado a la pintura “desde siempre’. Su primera exposición la realizó en la sede de la Dirección de Cultura, a los 17 años y fue ese organismo el que le otorgó una beca para que continuara sus estudios en Buenos Aires.

Así comenzó una trayectoria que dejó huellas marcadas a fondo en el arte argentino: tras estudiar en el taller que Berni y Castagnino tenían en San Telmo, se sumó a la movida que marcó el arte de los ’60.

Hoy su nombre figura en los catálogos como uno de los pioneros del arte conceptual y el valor de sus obras no baja de los 12.000 dólares.

Este año expuso en el Museo Nacional de Bellas Artes los “Suicidios”, que aluden a su perspectiva pesimista del fin de milenio y a una personal visión del cese del arte tradicional y la negación de sus formas. 

“La historia del arte está totalmente agotada — afirma – no hay ideas claras y comprensibles. Se puede hacer absolutamente de todo y esa gran libertad crea una gran inhibición” dice al asegurar que “Europa mira a los artistas del tercer mundo porque la situación de precariedad es ventajosa: la creación es una respuesta a la presión, al dolor”.

El gran provocador