El posmo che

El Posmo, Che

Página/12. Septiembre de 1990.
Oscar Bony

 

Como si se hablase del Renacimiento, en nuestros días se habla del Posmoderno, con parámetros perfectamente delineados para una categoría historizada. Ha entrado en el lenguaje periodístico y en la voz corriente —”el posmo, che”—. Su éxito no depende precisamente de su coherencia; más bien se usa para referirse a una gama elástica y variada de cosas, en el mejor de los casos a un estilo, a un look casi siempre.

Se denomina posmodernismo a la chata repetición y mezcla de estilos precedentes. La Historia involuciona, se cita a sí misma. La serpiente se muerde la cola.

El término posmoderno comienza a aparecer en los círculos de teoría literaria en Norteamérica refiriéndose a aquella literatura que habla de sí misma como el Nouveau Roman. Una figura importante es, precisamente, el profesor de literatura Frederic Jameson, de formación marxista, que escribe sobre arte en el área de Nueva York… Cabe destacar la profunda influencia que en aquel momento ejerce del otro lado del océano el pensamiento filosófico francés, especialmente Derrida. Se podría decir que “deconstrucción” habría precedido a “posmoderno” en el rol de omnipresente palabra de moda. Es así como el crítico de arte francés Jean Francois Lyotard encontró el término en Norteamérica y lo usó para referirse a la situación de la filosofía, precisamente en la University Concil de Québec; Lyotard, como los gorriones de Sarmiento, tuvo un rol importantísimo en emigrar el concepto a Francia.

Comienza de este modo la década de los 80 en el eje Norteamérica-Europa, marcado por una cultura de capitales multinacionales y accesorios electrónicos, mediante el auge de las comunicaciones de masas que estaban transformando el mundo, entronizando al típico personaje del “yuppie”.

Quien escribe vivía entonces en Italia donde el brillante Achille Bonito Oliva —Napoleón italiano— lanza la famosa transvanguardia a escala internacional. Alguna vez visita Buenos Aires, marcando profundamente la maltrecha sensibilidad sudamericana, emergente de un durísimo período de represión.

Un aspecto típico de los textos posmodernistas es eso de sostener una idea citando a cualquier autoridad, preferiblemente europea, sin ninguna atención a la coherencia interna del discurso; basta que la idea venga avalada por una autoridad teórica. La teoría se convierte así en un caldo de vocabularios diversos que pueden ser usados para describir pinturas, desfiles de moda o tendencias varias.

El teórico posmoderno se apropia de ideas como el artista posmoderno se apropia de estilos. Arrancadas de su contexto, estas teorías resultan transportables y se pueden combinar a gusto y piacere. El posmo es canibalismo teórico, es el supermercado de las ideas.

Así la teoría posmoderna tiende a hacerse global. Americana de origen, tiene una elasticidad internacional e interteorética que no ha perdido jamás la oportunidad de promover productos culturales y como tal, va y viene por el mundo. Es el Toyota del pensamiento, producido en la cinta de montaje y vendido por doquier. También aquí por supuesto, en Sudamérica, territorio colonial por excelencia: “Siempre comprar, nunca vender”.

El posmo che